Qué gran suerte que existan personas como Cristina.
Tras una cálida bienvenida, la simpatía mutua y una gran confianza se hicieron sentir de inmediato. El estudio está decorado con mucho cariño y se cuida cada detalle. Todo irradia amor, calidez y protección. Incluso antes del masaje, tuve el privilegio de recibir y disfrutar un ritual de veneración que nunca antes habría imaginado. Me quedé sin palabras ante ese momento tan lleno de amor y respeto, que viví completamente desprevenido.
Sí, el masaje posterior fue, por supuesto, muy profesional en cuanto a técnica y absolutamente maravilloso, pero el término «masaje» no alcanza ni de cerca a describir esta experiencia única. Durante las dos horas estuve en un sueño del que no quería despertar. Aromas, aceite caliente, aire fresco producido por una pluma que acariciaba, y unas caricias increíblemente tiernas, amorosas y entregadas —que también podían ser firmes— me hechizaron por completo.
Jamás habría imaginado que unas manos pudieran provocar tantas emociones, sensaciones y sentimientos, sobre todo porque Cristina también utiliza, en parte, su propio cuerpo para ello. No hubo ni un solo centímetro de mí que no fuera atendido con cariño. Todo transcurrió en absoluto silencio, aunque para Cristina seguramente fue físicamente exigente. Esa entrega auténtica, sincera y palpable fue para mí una experiencia inolvidable, y sin duda no será la última. Nunca antes me había sentido tocado con tanto amor.
Podría escribir un pequeño libro sobre estas dos horas si quisiera describir toda la experiencia. Pero ese no es el propósito de un testimonio. Solo puedo desearle y recomendarle a cada persona que se decida por vivir este tiempo inolvidable.
J. desde Alemania, en mayo de 2025